martes, 9 de octubre de 2018

CHE EN LA ENCRUCIJADA DEL 9 y el 8

Por William Luna Castro

Cuando Mario Terán lo mató, alrededor de la una de la tarde del 9 de octubre del 67, ya se había dado públicamente la noticia de que el Che había muerto en combate del día anterior.
“No no le tire de aquí para arriba, tírele para abajo porque se supone que muere de heridas en combate”, le indicó Félix Rodríguez, el cubano que pertenecía a la CIA y tenía la misión de encontrar al guerrillero, a Mario Terán, quien ejecutó la orden; cuando ya todos los que estaban en La Higuera sabían que la muerte de Che estaba siendo anunciada ya por todos los medios.

En los días subsiguientes al asesinato, circulaban miles de noticias de todos los medios de prensa inimaginables de todo el mundo, cada una tratando de levantar la polvareda más grande con sus titulares, muchos de ellos hasta inventados por los militares de Bolivia o la propia CIA para cumplir con diferentes propósitos, sobre todo ocultar la verdad.
 Quien deseaba encontrar en ese maremágnum de letras algún atisbo de credibilidad, debió apelar a estudios comparativos de realidades o a esperar a que fuentes fidedignas trajeran las informaciones más ciertas.
En Cuba se desataron las pasiones, y aunque era una época donde las informaciones se difundían sobre todo, por los medios oficiales, no convenía al gobierno esperar por la seguridad absoluta, por lo que, aun no teniendo todos los datos, se dio a conocer oficialmente la noticia de la muerte del Che, que ya comenzaba a circular informalmente entre el pueblo.
Sabiendo, por demás, que la muerte física de uno de los más populares e importantes líderes de la revolución cubana, dentro y fuera de la isla, iba a ser tomada como bandera para detener la insurgencia revolucionaria, por Estados Unidos y la reacción, e incluso muchos Partidos Comunistas u organizaciones de izquierda; se decidió comenzar una contraofensiva política que sobrevivió mucho tiempo.
Es por ello que el 15 de octubre, seis días después de los acontecimientos, comparece Fidel ante las cámaras de los medios televisivos cubanos e internacionales con sede en Cuba, para anunciar la muerte del Che, levantar el ánimo de los seguidores de éste y trazar una estrategia para contrarrestar esta derrota militar y convertirla en un triunfo político en el más breve plazo.
 No por gusto, sin tenerse todos los detalles y sin tampoco sin considerar oportuno esperar para averiguarlo, se decide por el Consejo de Ministro, por supuesto que por indicaciones de Fidel, instituir el día 8 de octubre como “Día del Guerrillero heroico” y por el Comité Central del Partido Comunista crear una comisión para proponer la estrategia que debería seguirse para divulgar la vida y obra del Che y perpetuar su influencia.
Después, en el transcurso de los días y meses, cuando se fueron conociendo los detalles de lo que realmente sucedió entre los días 8 y 9 de octubre de 1967 y que se tuvo la seguridad absoluta que fue en este último día cuando mataron al guerrillero, ya todo estaba decidido: la conmemoración se haría el día ocho, más aun después que se creó la jornada Camilo-Che del 8 al 28, con rima y unidad temática.
El único error de todo esto fue que tanto en los libros de textos -no solo de Historia de Cuba en todos sus niveles, sino de otras asignaturas-, como en distintas bibliografías especializadas sobre el tema, siguió escribiéndose como fecha del homicidio la del día 8 de octubre; sin que existiera voluntad para separar la verdad histórica del compromiso moral e histórico de la conmemoración de ese hecho trascendental.

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