viernes, 22 de febrero de 2019

El Profe ROLO.

El próximo lunes 25 de febrero, a las 12:30 p. m., en la Sala de Historia de la Universidad  de Sancti Spiritus José Martí, el colectivo del Departamento de Historia y Marxismo-Leninismo rendirá un homenaje al profesor Rolando Rodríguez Miranda, en ocasión del aniversario de su deceso. Se realizará una exposición en los predios de la sala y se compartirán opiniones, anécdotas, y experiencias al lado de quien fuera integrante de ese colectivo por más de veinte años. Está invitada toda la comunidad universitaria.
Uno de sus discípulos y compañero de trabajo, escribió las siguientes reflexiones acerca de la personalidad de este hombre que tanto aportara a la docencia y al conocimiento de la Historia desde su aula y acompañado de la tiza y el borrador.

El profe Rolo
Virgilio Companioni Albrisa, febrero de 2019.
Febrero siempre nos llega con sus mensajes de amor y amistad; pero en ocasiones, el destino no hace travesuras no siempre felices.  Me avergüenza confesar que olvidé el día exacto en que, febreros atrás, el profe Rolo nos dejó para marchar  a la inmortalidad.
Poseo muy bellos recuerdos del profe Rolando, sobre todo de mi etapa como estudiante. Nos formábamos en aulas de tablones, donde se confundían las voces de los profesores que coincidían en el mismo turno desde sus aulas. Sin embargo, en la del profe Rolo podía escucharse el zumbido de una mosca al pasar.  ¡Aulas de tablones!, ¡y a mucho orgullo! Hoy nos preocupamos tanto por la infraestructura y nos lamentamos de tal o más cual carencia.  Volvamos la mirada atrás, tan solo unos añitos, a una época en la que importaban más el amor y la pasión, y menos las estructuras constructivas que nos rodeaban. Gran parte de los profesores de Historia de esta provincia crecimos entre aquellas paredes. Y creo no equivocarme  cuando, a nombre de todos, afirmo que fueron años trascendentales en nuestras vidas.
Al profe Rolando muy pocas veces lo vi con papeles a cuestas; llegaba a su clase, impecablemente vestido, apenas con borrador y tizas. Por aquel entonces comenzaba el boom de los papeles y la tecnología; y al profe dos materiales le eran suficientes para remontarnos a años atrás. Supongo que su “descuido” con los trámites burocráticos debió traerle uno que otro problema. Con él te enterabas de todos los chismes de la historia. Disfrutábamos tanto enterándonos de las aventuras amorosas de Hitler, la desenfrenada vida sexual de Rasputín, y los descalabros amorosos de la zarina rusa.
No se le escapaba una. A veces lo provocábamos, y con ánimo de poncharlo, le lanzábamos una recta durísima. Nos metíamos noches enteras fabricando preguntas o hurgando en detalles tan insignificantes de la Historia con tan de “cogerlo fuera de base”.  Bateó todo lo que le arrojamos: rectas, curvas, tenedor; jamás se “ponchó”.  Nos asombraba cómo en una sola cabeza pudiera almacenarse tanta cultura.
Le apasionaba sobremanera el tema de la Segunda Guerra Mundial. Con él éramos protagonistas en los frentes de batalla contra el odioso régimen fascista, sentíamos en nuestra piel el sufrimiento de los prisioneros en los campos de concentración, y nos indignaban las actitudes de ciertos criminales, que con descarada sangre fría, decidían el destino de  miles de seres humanos.
Su incansable alabanza a la belleza femenina, y sus grandes dotes para narrar chistes se congeniaban para ofrecernos sus pintorescos piropos, que lejos de provocar el enojo de sus bellas colegas de trabajo, provocaban la carcajada colectiva. Y es que en el profe Rolando se combinaban el humor sano y la caballerosidad.
En ocasiones (muchas) llegaba y nos decía, “¿sobre qué quieren CONVERSAR hoy?”, y su clase, casi ni clase, se convertía en la mejor de todas. Discutíamos de todo: política, música, pintura, sexo, cine, literatura, pelota. Fueron mis mejores debates y reflexiones.  Amante del buen cine y de la música, inculcó en nosotros una cultura de la crítica. Sus turnos siempre comenzaban con un comentario de los filmes vistos en la semana, desde el clásico que veíamos en Historia del Cine, hasta el bodrio, visto en la madrugada del sábado.
A veces me entristece que nuestros estudiantes, los que ahora formamos como profesionales del área de Marxismo e Historia no cuenten con la oportunidad de tenerlo como profesor. El destino intentó separarlo de nosotros, pero no cumplió su objetivo. El privilegio de haber compartido con él, como estudiante, y luego como compañero de trabajo, hizo de mí una mejor persona.  Gran parte (casi todo) de lo que soy se lo debo a él, como a otros tantos profes que hoy son mis compañeros de trabajo.
Por eso, y otras tantas razones, no puedo, no quiero dejar pasar otro febrero sin recordarlo. Y sin riesgo alguno de que lo que ahora escribo pueda parecer un “rancio panfleto”, lo recordaré concibiendo lo mejor que él formó en mí:
IMPARTIR MI MEJOR CLASE DE HISTORIA.